05 Nov
05Nov

Hay bodas que simplemente te marcan, no solo por su belleza sino por la historia que hay detrás. Pero la de Brad y Rebecca fue una de esas que recordaré siempre, una experiencia que me hizo sentir parte de una película… del Viejo Oeste. Conocí a Brad hace tres años en un viaje misionero a Guatemala. Fuimos un grupo desde Estados Unidos a trabajar voluntariamente con una comunidad en las montañas de Chiquimulilla. Desde el primer día, mi esposo y yo conectamos con él. Nos encantó su manera sencilla, entusiasta y apasionada de servir a los demás siendo tan joven. Después del viaje, lo seguimos por las redes, y cada vez que veíamos su sonrisa en alguna foto desde algún rincón del mundo, nos alegraba el corazón. Un día vimos que estaba comprometido con una joven llamada Rebecca, una misionera, al parecer, igual de apasionada que él. Hace pocos meses Brad me escribió para pedirme que filmara su boda, y me sentí feliz. Pero te aseguro que no tenía la menor idea de lo que viviría ese dia.

El escenario: un salto al pasado

La boda sería en el National Ranching Heritage Center, uno de mis lugares favoritos en Lubbock. Un lugar que exhibe la historia de la ganadería en América del Norte y que tiene varios edificios realmente auténticos que reflejan épocas desde finales del siglo XVIII hasta mediados del siglo XX. Lo había visitado antes y me parecía un sitio mágico, sobre todo cuando cruzas sus grandes puertas rojas y te transportas directamente a ese tiempos.

Me encantaba la idea de filmar allí, pero jamás imaginé lo que me esperaba.

Una boda convertida en obra teatral

Al llegar y ver a Brad, lo primero que me sorprendió fue su vestuario: estaba vestido muy de época a tono con el lugar y con aires de auténtico hombre del Oeste. Pensé que era un detalle genial para combinar con el ambiente, hasta que vi que los invitados también venían vestidos de época: botas, sombreros, chalecos, faldas largas, pañuelos al cuello... ¡una escena de película! Fue entonces cuando Brad me explicó que la boda sería una obra de teatro que él mismo había escrito.

La obra llamada: “Love on the Llano Estacado” contaba cómo dos amigos llegaban al Llano Estacado para establecerse y comprar una propiedad. En medio del trabajo aparece un extranjero que al final se queda viviendo y trabajando con ellos, de ahi el nombre del primer acto de la obra: “ The stranger on the Llano”, pero pronto aparece otro hombre reclamando el terreno. En medio de la disputa, se descubre que el extranjero es en realidad una mujer disfrazada de hombre la cual se enfrenta valientemente al intruso. En el segundo acto, “The Dust and Gunfire”, tras varios giros y un mensaje de reconciliación, se revela el amor entre los protagonistas, interpretados por el propio Brad y su futura esposa, Rebecca. 

Nunca olvidaré como el público reía, aplaudía y se metía por completo en la trama, entre ellos, yo. Era una historia con humor, simbolismo y ternura, y todos la disfrutamos sin sospechar lo que vendría después, el tercer acto.

Del escenario al altar

El tercer acto, nos esperaba en las afueras del retablo donde disfrutamos los dos primeros. Un paisaje abierto con un gran molino de viento, sillas dispuestas frente al horizonte y una reverenda vestida también de época. Y entonces, de pronto, la ficción se convirtió en realidad:

Brad apareció montado a caballo, y poco después llegó Rebecca en otro, y abrazada de sus padres caminó por el pasillo con una mezcla de emoción y sonrisa, y asi comenzó la ceremonia donde los personajes de la obra eran la corte perfecta que acompañaba a la reverenda que con un tono y expresiones  del viejo lenguaje vaquero, nos sacó la sonrisa a todos los presentes.

Los votos fueron sencillos pero llenos de amor, y cuando Brad levantó el sombrero para besar a su esposa, los invitados silbaron y aplaudieron al estilo del viejo Oeste. Fue un momento mágico… imposible de olvidar.

El final más cinematográfico

Cuando el narrador anunció el cierre, vimos a lo lejos a nuestros protagonistas sobre un cerro: Brad guiando un caballo y Rebecca montada en él. Se alejaron cabalgando hacia el atardecer, saludando al público que los despedía entre gritos y aplausos.

El molino se imponía  cerca de ellos, y por un instante, todos los presentes sentimos que habíamos viajado en el tiempo. Yo, detrás de la cámara, tenía el corazón acelerado. No podía creer lo que estaba viendo. Fue una escena tan perfecta que parecía salida de un guion de cine… pero no, era su historia real de amor.

Una fiesta al ritmo de la mas autentica felicidad

Después de la ceremonia, la celebración continuó con la misma atmósfera alegre y creativa. Una banda tocaba música estilo country, con instrumentos auténticos y melodías  perfectas. Una pareja de bailarines enseñó pasos de baile de la época y pronto todos los invitados llenaron la improvisada pista. Brad y Rebecca, radiantes, fueron los más felices de todos. Bailaban, reían, saltaban… contagiaban la alegría. Era imposible no sonreír al verlos.

Reflexión final

Como videógrafa, tengo el privilegio de ser testigo de muchos momentos hermosos, pero esta boda fue mucho mas alla. Fue un homenaje a la creatividad, al amor auténtico y a la pasión por la vida. 

A veces, una boda no es solo un evento; es una historia que se vive, se siente y se recuerda para siempre.

Gracias, Brad y Rebecca, por regalarnos escenas de su amor tan autentico y original… y recordarnos que cuando dos almas misioneras se unen, hasta una boda puede convertirse en una aventura épica.

Haz click aqua para ver el Video Recap




🎥 ¿Sueñas con un video de boda único? En Celebra Productions hacemos de tu boda una película inolvidable. Contáctame Aquí 

Comments
* The email will not be published on the website.